televisión
La genial participación con Soon in Tokyo
Durante la Fiesta de la Ciencia 2010, en el Umbracle del parque de la ciudadela, habia una genial instalación virtual de Natalia Rojas, Angelo Palma y el equipo de comunicación de Soon in Tokyo (www.soonintokyo.com), con la participación de Marc Boada.
Esta propuesta de realidad aumentada concentra entre 50 y 70 respuestas de los principales interrogantes que planteaban los temas y actividades de la Fiesta. El visitante escogia una pregunta, y un mini-Marc virtual le respondia. ¡Una muy buena propuesta para usar en exposiciones!
La Fiesta es estupenda, el parque emblemático, el dia soleado, y la noche ya casi de verano. Recordemos que el Umbracle, es un espacio diseñado por Josep Fontserè en 1883 para la Exposición Universal de 1888, ideado como espacio cerrado que produjese las condiciones térmicas y de humedad adecuadas para las implantaciones de especies vegetales de origen tropical.
Con una Steady-cam
Marc siempre se fascina con las nuevas máquinas, y la semana pasado tuvo una steady-cam entre sus brazos. Increíble. Además esto de la tele se ha convertido en una vocación, que se le suma a la de hacer experimentos, explicar ciencia, practicar la pedagogía, ….
Objeto Alien número 1
Haciendo tiempo para el Vermouth paseaba por un bosque mediterráneo, cuando entre la hojarasca observé un curioso objeto. Era un cuerpo menudo, como de 20 milímetros, brillante y rojo, escandalosamente rojo.Era enero y destacaba entre las hojas muertas, marrones, de encina y roble. ¡Ah, una seta! me dije. Casi no llegué a arrodillarme cuando algo llamó mi atención: aquella cosa no estaba fijada al suelo, no, estaba fijada a un pequeño brote de roble. ¿Qué co.. es esto?
Lo tomé en mis manos, duro, coriáceo, muy pegajoso. Lo miré de cerca, un parasol estrellado sobre una “mano”, un órgano prensil, que se cerraba con fuerza sobre una hoja de roble. ¿Qué narices es esto?. Mi mente entraba gradualmente en un cierto descontrol, no presenta simetría lateral, ni sistema excretor o reproductor externo, ¿es animal o vegetal?, ¡ningún sensorium evidente!. Lo único claro era que no se trataba de un mineral, era un ser vivo totalmente desconocido para mi corto entendimiento biológico.
Fue en aquel preciso momento, arrodillado en el bosque, presa de la emoción y la excitación de quien descubre algo muy, pero que muy nuevo (al menos para él), cuando el pragmatismo de lo cotidiano irrumpió. Llamada a la mesa, hora de comer, el plano social se impuso…
Mientras recentraba mi atención y a falta de algo mejor, decidí clasificar provisionalmente “aquello” como: objeto Alien nº 1, pensé también que si H. P. Lovecraft, levantara la cabeza estaría bien de acuerdo. El nombre puede parecer ahora algo desproporcionado, incluso algo rimbombante y pomposo, pero “aquello” parecía caído del cielo, un auténtico objeto alienígena. Para mí, además, varón de 45 tacos, criado entre la biblio y la tele, el peso de los estereotipos del cine es mucho peso y, simplemente, la referencia fue automática.
Tomando el café, y luego en el baño, a solas, pude observarlo más detenidamente. Pegajoso, recubierto con un mucílago insoluble en agua. Unos miembros diminutos con digitaciones abrazaban y casi escondían una bellota. Estuve tentado de romperlo, pero sólo disponía de un ejemplar. No sabía por donde empezar, descarté rápidamente la hipótesis alienígena y, por tanto, una opción era sospechar que se trataba de un parásito.
Búsqueda en la biblioteca, papel en cantidad, repasé la vida y milagros de los parásitos que generan excrecencias en los robles. Las conocidas agallas o cecidios a menudo esféricos o esferoides. Finalmente la primera pista, un himenóptero del género andricus genera unos “tumores pegajosos”. ¿Qué? ¿Qué una avispa pequeñaja le pega un picotazo a un roble y éste genera un crecimiento anómalo como éste?. ¿Tan anómalo?, ¡esto no es una simple hinchazón!
Necesitaba otro ejemplar. Vuelta al bosque, al mismo sitio, búsqueda tensa y por fin otro, y otro más y más, hasta 5 y todos iguales y todos distintos, al menos ligeramente. Le rompo el cuello a uno, al más feo, en el centro del plano de corte aparece una cámara elíptica. Con la navaja saco una avispa pequeña, perfectamente empaquetada, he ahí la culpable. Primer pensamiento: esto a mi no me lo explica ni Darwin, ni Stephen Jay Could. ¡Esto es la hostia!. ¿Por qué?, por qué obsérvese como aparece un objeto alien. Un día cualquiera un insecto llamado Andricus viscosus, inyecta un líquido cargado de morfogenes en el roble ¡un animal contaminando genéticamente un vegetal! Resultado, reprogramación de los tejidos vegetales para producir una cámara de incubación sofisticadísima, resistente a la lluvia, al frío, a los agentes mecánicos, una inversión del roble para proteger al bicho. Y ¿qué saca el árbol? Nada. Parasitismo puro y duro. ¿Cómo puede haber evolucionado una estructura así? ¿Quién descubrió la compatibilidad, la comunicación morfogenética, bioquímica, entre dos seres tan alejados en el árbol evolutivo?
Para mí, propenso a la física y la química, la biología y la genética me resultan lejanas, y no tengo respuestas. Pero convencido como estoy que la evolución es el más potente motor de la vida, no dejan de maravillarme las diversísimas estrategias posibles que siguen los genes (egoístas) para perpetuarse.
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